EL OÍDO HACE AL SONIDO; LA AUDIENCIA, A LA RADIO
“El Big Bang, la explosión más fenomenal que se haya dado
jamás, no causó el más leve ruido, sencillamente, porque no había quien la
oyera”
López, 2000
Porque el sonido no está en las cosas, porque es el oído el que las hace sonar. Porque es el oído, más que la vista, más que el tacto, el sentido de la intimidad. Y como el oído al que se dirige, es la Radio la que se ha vuelto un medio de comunicación íntimo para con su audiencia, dicha audiencia que conecta la radio para desconectar de su cotidiana vida, dicha audiencia que encuentra en la Radio algo más que una voz…
La Radio, un medio eminentemente visual, capaz de generar imágenes auditivas en la imaginación del oyente, aquel tercer ojo que no se somete a la realidad. La Radio es la voz de la naturaleza, efectos de sonido que van a la imaginación y dramatiza la programación; es la voz del corazón, música que habla a los sentimientos y envuelve al oyente en una atmósfera emotiva; es la voz humana, palabras que se dirigen a la razón. La buena radio, afirma López Vigil, refleja la vida, donde se oyen ruidos y cantos y palabras… y silencio, la pausa distinguida del bache, que pertenece al ritmo propio de las otras tres voces.
“La voz humana, la música y los ruidos tienen una
especial capacidad para transmitir conceptos, despertar emociones, crear
imágenes mentales nuevas o reproducir otras ya vividas anteriormente”
Quintana, 2001
La comunicación es mucho más que una simple transmisión de mensajes. Su raíz latina compromete establecer un vínculo, un vínculo en donde el enemigo es el ruido, el cual puede presentarse en el circuito que recorre un mensaje de emisor a receptor: desde su codificación, en la que se debe conversar con el lenguaje activo y pasivo, y educar con el dominante, empleando recursos narrativos y expresivos y sabiendo cuándo callarse; hasta su decodificación, en la que las confusiones entre significados y sentidos pueden no despertar el interés esperado; pues aun asegurando que el mensaje llegue lo más transparente posible al receptor, éste le dará un sentido subjetivo que quizá no coincida con el que pretendió el emisor. Y es precisamente en la coincidencia de significados y la diferencia de sentidos, donde radica la riqueza de la comunicación humana.
“Sintonizar una emisora radiofónica –acto casi reflejo en
tanto que una de las acciones más cotidianas de nuestra vida–, sumerge al
receptor en un universo sonoro capaz de despertar un cúmulo de sensaciones y
emociones que difícilmente afloran con el consumo de otros medios de
comunicación. Esta
magia de la radio obedece a la especificidad de su lenguaje, pero también a las
especiales relaciones que los oyentes entablan con unos sonidos que, a menudo,
evocan amistad, confianza, familiaridad, confidencialidad...”
Perona, 2006
Afirma Valencia Rincón que la Radio apareció en Latinoamérica en los años veinte, y tres décadas más tarde ya era un medio masivo que seducía a vastos grupos sociales. Martínez-Costa y Unzueta, por su parte, sostienen en una investigación que el objetivo de todo proceso de comunicación es llegar al destinatario, pues si no sería un ejercicio estéril de emisión y de derroche de energías que se perderían en el aire, y sumado a esto, para cumplir dicha misión, sugieren el uso del Internet u otros medios alternativos.
“Si su emisora satisface las expectativas de los oyentes,
se sentirán recompensados y se reforzarán comportamientos como sintonizarla con
mayor frecuencia y durante tiempos más largos… Son un espejo cultural para
ellos, una referencia por medio de la cual se pueden definir y con la cual
pueden mantenerse en contacto con los elementos de su cultura”
Norberg, 1996
Es relativamente complejo referirse al público como un
grupo de personas que realizan actividades de entretenimiento u ocio productivo,
pues dependiendo del rol que desempeñan, cuán involucrados están y cómo
participan en ellas, se les han asignado un vocablo y una definición particular;
quedando el vocablo público como una locución genérica para aludir a todos y
cada uno de esos roles. Sin embargo, cuando la radio empezó a financiarse con
publicidad y con más y más emisoras en el dial, se dio un proceso de
fragmentación, pasando de la programación generalista a una especializada, de
acuerdo a edad, género, clase, raza, procedencia, etc.
“La segmentación es explorada por actores poderosos cuyas acciones discursivas definen categorías y establecen distinciones, y los individuos se reconocen en estos textos y se comportan de manera tal que se solidifica el vínculo entre la descripción y la experiencia de los miembros de los segmentos”.
Gandy, 2000
Esto supuestamente distinguiría sus identidades, afinidades y patrones de consumo, pero sólo contribuyeron a atomizar la sociedad y reforzar estereotipos y valores hegemónicos. La realidad es que los estudios de audiencia no evalúan los procesos de recepción y múltiples decodificaciones, sino las oportunidades de mercadeo de productos, pero hay quienes apuntan a que estos estudios y las programaciones especializadas son estrategias de control social y de colonialidad.
“Tras las cifras de complejos estudios estadísticos para
definir y ajustar las programaciones y publicitar el éxito de una marca, cifras
aparentemente sólidas y objetivas aceptadas por amplios sectores sociales, se
esconde todo el discurso hegemónico de un modelo civilizatorio, una
extraordinaria síntesis de los supuestos y valores básicos de la sociedad
liberal moderna”
Lander, 2005
Yendo en reversa. Hardt y Negri en 2005, advirtieron que poblaciones
extremadamente desiguales que mantengan estrecha proximidad, crearán una situación
de permanente peligro social que se enfrentará con nuevos mecanismos de
separación y segmentación. Susan Douglas en 2002, cuestionó qué consecuencias traería
para nuestras nociones de identidad nacional, de compartir una cultura y de
necesitar comprendernos a través de barreras raciales, generacionales y de género
el intento de dividir las naciones en nichos demográficos cada vez más diminutos.
Y lo cierto es que existen oyentes excluidos por las estrategias de
programación y los contenidos de las emisoras por no formar parte de la casta
de consumidores de ciertos productos. Así, los esfuerzos por alcanzar un nicho demográfico
de audiencia específico resultan en audiencias más amplias que no corresponden
con precisión a las características perseguidas, por lo que la recepción radial
evoluciona a una impaciente navegación por el dial.
“Los oyentes fragmentan lo que escuchan y reconstruyen
(un formato híbrido) en base a sus gramáticas de recepción particulares”
Macassi, 1992
En cambio, lo que se debería buscar es fomentar en el oyente cierta identidad con su cultura, cierta ciudadanía, aquel respeto profundo que merece todo individuo por el simple hecho de serlo, pues como se lee en el primer artículo de la Declaración Universal: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. La Radio puede dar cuenta de esto, siendo en su difusión local un espejo de autoestima que construye identidad, y en su difusión nacional una ventana de diversidad que construye solidaridad. Entonces, la Radio, como otros medios masivos, debe devolverle a la gente la palabra que colonizadores y dictadores le quitaron, una palabra pública y propia. Pues el pueblo no es mudo, sólo le falta el canal de expresión; y las frecuencias son suyas, aunque las administren los gobiernos.
“Ciudadanía es ejercicio de poder. Es pasar de simples
pobladores con cédula a personas que participan activamente en la vida de su
comunidad, de su país”
López, 2000
Aquí hacen acto de presencia las radios comunitarias, que buscan democratizar la palabra para hacer más democrática esta sociedad excluyente. Una radio comunitaria no se define por la potencia o la frecuencia, ni por la licencia, ni por el modo de producción o la propiedad, ni por la publicidad; sino por los objetivos que persigue y la apropiación que hace la audiencia de una emisora. Por la rentabilidad sociocultural que la distingue de otros medios masivos, antes que profesión, es vocación social; y entre los objetivos sociales que persigue, como contribuir al desarrollo, ampliar la democracia, defender los derechos humanos y proteger la diversidad cultural, el gran desafío es precisamente devolver los medios de comunicación a la ciudadanía.
“El desarrollo de estos medios comunitarios impactaría de
manera positiva en los procesos de construcción ciudadana, permitiendo la convivencia
de identidades y el fortalecimiento del sentido de pertenencia a la comunidad;
de esta manera se contrarrestaría el efecto de los medios tradicionales, los
cuales presentan estructuras jerárquicas rígidas, que imponen intereses, temas
y modos de tratarlos provocando un proceso de homogenización cultural”
García, 2002
Jara Llanos considera que en tanto las radios sean espacios de ejercicio ciudadano, convertirán sus agendas propias en asuntos de impropiedad y de reales mediadores; y sólo entonces, los medios dejarán de ser informativos, masivos, para ser ciudadanos. Las radios no desaparecerán por las posibilidades de apropiación, pero con las audiencias como participantes y ya no sólo como receptáculos, las tenencias monetaria y estatal se debilitarán. Esta propuesta radial poco a poco se está ejecutando, ciudadanamente, fortaleciendo el contacto con las audiencias y con iniciativas legislativas que enriquecen la lucha por los protagonismos ciudadanos.
En Perú, por ejemplo, según indicó Manuel Saavedra, la radio cobró un rol sumamente importante como medio informativo y de distracción en la actual coyuntura; mientras que las radios comunitarias, tras crecer en 244 % en los últimos cuatro años, según informó el MTC, ayudaron a difundir el programa “Aprendo en casa”. Esto confirma las sabias palabras de Carlos Rivadeneyra en una entrevista del 2013: “La radio comunitaria es un medio que puede lograr la inclusión social en el Perú”. Sin embargo, aunque la aprobación legal de la radiodifusión comunitaria es un avance importante en un país intercultural, otorgar muy pocas licencias es una deuda de inclusión que aún debe saldarse.
Sí, somos contemporáneos de grandes cambios en los paradigmas sociales, y los medios de comunicación que los transmiten también los padecen, pero a veces se busca un nuevo espacio de identificación con el viejo formato de una radio que recrea más la nostalgia de lo ido que la interpretación de lo por venir. Las radios tradicionales aún piensan que la fuerza propietal es para promover sometimientos, imposiciones. Nada más alejado de la realidad. El pueblo hace comunitaria a una emisora, una emisora que se entrega a la comunidad se populariza. Por eso es su deber amplificar la voz de la ciudadanía y legitimarla socialmente, porque nada nos humaniza más que la palabra, y qué mejor que cederle la palabra a la audiencia, a quien nos debemos.
Dicha audiencia que, como el oído al sonido, hace a la
Radio; dicha audiencia que encuentra en la Radio algo más que una voz… una
amiga.
REFERENCIAS
Jara Ll., J. O. (2014). Las radios y sus alejamientos del medio. Perú.
López V., J. I. (2000). Manual urgente para radialistas apasionados. Ecuador.
Valencia R., J. C. (s.f.). Midiendo y construyendo audiencias radiales. Colonialidad del saber, radio y los estudios de audiencia.
http://www.razonypalabra.org.mx/N/N87/V87/01_Fernandez_V87.pdf
http://www.ucm.edu.co/wp-content/uploads/2018/10/la_radio.pdf
https://www.scielo.br/pdf/interc/v40n3/1809-5844-interc-40-3-0109.pdf
https://www.clonica.net/usuario/img_usuario/publiradio.net/Des_Aula/271.pdf
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=15801714
http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/canale/article/download/18606/18846/
El videodiálogo se encuentra en el blog de Erick Morales Requejo
https://erickmoralesr.blogspot.com/
Eduardo,
ResponderEliminarOrdenado, proponente, sus contenidos literales están convenientemente vinculados.